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Una de las tantas maravillas que tiene la ciudad es que es un constante soporte de manifestaciones plásticas. Cuando la ciudad se ve “bien” o se ve “linda” se despiertan en nosotros sentimientos de gozo, de placer o bienestar, que obviamente afectan nuestra calidad de vida. Ahora, ¿qué hace que una ciudad se vea “bien” o “linda”? La respuesta está en los elementos visuales que la componen. Acá un factor clave es la arquitectura, ya que ésta representa aquello construido que vemos y vivimos cotidianamente, o el paisaje natural (los árboles, los cerros, la cordillera).


Los murales pueden ser bidimensionales, pero no por eso menos importantes. Cuando hay cosas que decir, las cosas se pueden expresar a través de un gesto visual. Qué mejor que una pared o un muro desabrido para decir algo: propaganda social o política, publicidad, quejas personales, o las simples ganas de dejar una marca “aquí estuve”, a través de palabras o imágenes. Y cuando este hecho expresivo se vuelve estético, entendemos por qué para muchos el museo ya es un lugar obsoleto. El arte se fugó del encierro y se hace parte de nuestra vida cotidiana en la ciudad misma.

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